jueves, 12 de septiembre de 2013

PROVINCIANISMO


Resulta triste comprobar cómo la lógica nacionalista, en su variante provinciana más casposa,  ha sido internalizada en la sociedad hasta niveles insospechados. Es esa lógica que dice que el oriundo de un territorio determinado va a querer y saber defender los intereses de ese territorio como no lo haría un foráneo.

Otra enfermedad social, más grave si cabe, es la de la normalización de la corrupción, y no me refiero a la corrupción delictiva, la que es penalmente punible, sino la de baja intensidad, esa microcorrupción de lo habitual, del diario. Un profesional que no pone el máximo celo en su trabajo, que no es objetivo y justo, que practica trato de favor, aunque no cometa delito, es un pequeño corrupto.

En este sentido los funcionarios y los cargos públicos se deben única y exclusivamente a la ley, y debería ser inconcebible que tuvieran criterios distintos en el ejercicio de su función en virtud del destinatario del mismo, o peor aún, su origen territorial.

Pues bien, ahora díganme cual es la lógica que ha hecho a los empresarios almerienses denunciar públicamente que la recién proclamada presidenta de los andaluces, Susana Diaz, ungida por el precorrupto Griñán y avalada por 20.000 estómagos agradecidos, no haya designado a ningún consejero almeriense.

¿Están insinuando que el mejor o peor trato que reciban los almerienses de la Junta depende de que exista un almeriense en el consejo de gobierno? ¿Cabía esperar que la presencia de un consejero almeriense pudiera permitir a los empresarios de esta provincia alguna ventaja? ¿Están diciendo que los consejeros no almerienses no van a tratar bien los proyectos de Almería?

El mensaje no puede ser más desolador. Que una parte de la sociedad lo haya internalizado es dramático.

Es el mismo mensaje que dice que la costa o los ríos se gestionan mejor desde la cercanía del territorio que desde Madrid; es el mensaje que dice que la Expo 92 se hizo en Sevilla porque Felipe Gonzalez era sevillano, o el centro neurálgico de la DGT está en León porque Rodriguez Zapatero así lo quiso y es normal que así sea; es el mensaje que dice “defiende lo tuyo, porque nadie lo defenderá como tú” y, lo peor, es el mensaje que dice: “es legítimo que ya que has llegado a ese puesto ayudes a los tuyos, a tu familia, a tus convecinos, a tu pueblo o a tus compañeros de partido”.

Esta normalización de lo que no debería ser normal es desoladora, al menos es desoladora para un ciudadano que espera que los profesionales cumplan con su trabajo objetivamente, y los cargos públicos sean ecuánimes, para un ciudadano que estaría encantado de tener un ministro de educación finlandés o uno de industria alemán, pues está en el convencimiento de que es mejor una buena cabeza con principios y experiencia que un patriota descerebrado.

Lo de las cuotas territoriales en los partidos es otro concepto a superar, y del que UPyD por fortuna ha nacido liberado. El día que necesitemos un representante territorial en un determinado órgano para sentirnos representados, este partido habrá dejado de representar personas, ideas y principios, para representar parcelas de poder, lo que no sería otra cosa que un reflejo del clientelismo interno que impera en otros partidos. Ese día no ha llegado, sigue lejos.

Susana Diaz sabrá cuanto debe a los socialistas almerienses, y cómo va a pagar ese apoyo. Los almerienses magentas en cambio saben que no necesitan representación como almerienses, porque todos nos representamos a todos en la medida en que defendemos lo que nos une, la regeneración democrática y una concepción pragmática de la gestión de lo público y la política.