“UPyD no ha nacido para hacer política municipal, no es algo
prioritario. Todo lo que hagamos en política municipal debe estar supeditado a
los objetivos políticos nacionales”. Esto fue lo que le dije a una compañera
hace unos años en una reunión del Consejo Territorial de Andalucía en la que
establecíamos prioridades y organizábamos el trabajo.
Aunque ya lo hice en su momento, hoy me toca reconocer
públicamente mi error. Rocío, tenías razón, la política municipal no sólo es
tan importante como el resto, sino que además se trata de un ámbito en el que UPyD
puede, tan bien como en cualquier otro o incluso mejor, demostrar para qué
existimos. Mientras el cargo de concejal de urbanismo en este país esté bajo
sospecha, UPyD no es que sea necesario, es que es urgente.
Es cierto que la razón de nacer, el Manifiesto Fundacional
de UPyD y las propuestas políticas que nos han identificado han tenido como
objeto principal cuestiones de ámbito estatal, la regeneración democrática y
revisión de la arquitectura política, administrativa, institucional y
competencial que hace de España un Estado poco eficiente, cuando no verdaderamente un escollo para
el desarrollo y la prosperidad de los españoles. Pero no lo es menos que la
política local es uno de los ámbitos donde a falta de capacidad legislativa y
posibilidad de impulsar las reformas necesarias, existe la posibilidad cierta,
posiblemente la mejor, de poner en práctica las políticas de buen gobierno, de
gestión responsable y enfoque profesional de la toma de decisiones. UPyD no es
reconocido por tener un mejor criterio a la hora de diseñar el alumbrado
público o planificar la política de movilidad de un pueblo o ciudad. No,
definitivamente no están ahí nuestras señas de identidad. Pero sí lo están en
la gestión profesional, en la despolitización de la administración que es la
que permite que las decisiones más adecuadas en materia de alumbrado o
movilidad las tomen los técnicos y no los políticos.
Es posible que no hayamos valorado lo suficiente, cuando no despreciado,
a nuestros hombres y mujeres que en cada pueblo han defendido nuestras ideas con
la sana ambición de mejorar la vida de sus vecinos desde la institución más
cercana, desde la que más directamente afecta el día a día de los ciudadanos.
No sé otros, pero yo siento la necesidad de pedir disculpas.
Pido disculpas a mi agrupación local de El Puerto de Santa
María, en cuya vida no participo, por no hacerlo y por poner cara de tonto
cuando me hablan de alguna persona del gobierno municipal a quien no conozco
porque jamás me ha interesado la política municipal, porque jamás se me ha
ocurrido comprar la prensa local ni ojear las noticias locales cuando llega a
mis manos un diario en la cafetería.
Pido disculpas a todos esos afiliados que esperaban de las
personas que hemos estado en puestos de dirección, mayor comprensión hacia sus
intereses y motivaciones, de sus deseos de hacer política desde su ciudad, a
esos afiliados aislados que en sus pueblos han tenido dificultades para llevar
a la práctica sus deseos de hacer política muchas veces desanimados por
nuestros inflexibles marcos organizativos. Pido disculpas por no haber considerado siempre importante lo que para vosotros era importante.
Pido disculpas por el bochornoso espectáculo que han dado y están
dando afiliados mucho más significados, personas que tienen o tenían la
responsabilidad de dar ejemplo, que estaban destinadas a afrontar objetivos
superiores, y que en muchos casos han demostrado no merecer la confianza que les
dimos desde órganos de dirección mientras se la negábamos a esos militantes
anónimos que sí tenían claro para qué estaban aquí.
Hemos sido muy duros con nosotros mismos, y ahora,
precisamente ahora, es el partido el que está en manos de todas esas personas
generosas, entregadas, que no han redactado proposiciones no de ley, ni preguntas
parlamentarias, ni analizado proyectos legislativos, ni escrito artículos
grandilocuentes, personas que simplemente se han limitado a escuchar a sus vecinos,
que han sido su voz y han buscado la forma de ofrecerles una solución a sus
problemas o al menos la esperanza de un pueblo más habitable.
En estos momentos creo que son esos más de 9.000 candidatos
la única verdad absoluta que hay en UPyD. Personas que han decidido poner su nombre
en una lista electoral, hacer una campaña electoral en las condiciones más
precarias que podamos imaginar, personas que están entregando altruistamente su
tiempo y el de su familia para defender el proyecto político en el que creen.
Personas que podrían haberse bajado del carro y montarse en otros caballos que
aparentemente galopan más veloces, pero que han decidido que UPyD sigue siendo
su mejor instrumento, el único instrumento cierto para mejorar la vida de los
españoles.
A todos ellos hoy hay que mostrarles infinita gratitud, y
hay que hacerlo con independencia de los resultados que se obtengan, que estoy
seguro serán mucho mejores que las expectativas generadas en los últimos
tiempos, porque en la mayor parte de los casos es mucho el trabajo que como hormiguitas
llevan haciendo en sus localidades desde hace años, algo que ha de verse
necesariamente recompensado.
Gracias por seguir al pie del cañón, por animarnos cuando
vamos a animaros, por salir cada día a la calle a explicar a vuestros vecinos
porqué UPyD merece su confianza. Gracias por entender que tenemos que hacer una
campaña sin presupuesto. Gracias por darnos una opinión que demasiadas veces
desoímos. Gracias por vuestra comprensión frente al demasiado frecuente sentimiento
de orfandad. Gracias por ser nuestra voz donde no llega ni Twitter, ni Facebook.
Gracias por compensar nuestras ausencias en radio y televisión. Gracias por vuestras
palabras de aliento y crítica serena y constructiva. Gracias por complicaros la
vida...
Gracias compañeros. No sé si os merecemos, no sé si nos
merecemos, pero gracias. Mantenéis y mantendréis vivo y fuerte el único proyecto
auténticamente regenerador que existe en la política española.
Como cantó Serrat:
“Dios y mi canto saben a quién nombro tanto”.