martes, 19 de enero de 2016

¿DEBEMOS DISOLVER UPyD?


En estos días hay una pregunta recurrente: ¿Tú estás de acuerdo con disolver UPyD o mantenerlo vivo?

La respuesta a esta pregunta tiene una fácil respuesta en función de lo que entendamos por UPyD.
Si por UPyD entendemos un proyecto político nacional con un objetivo reformista definido en nuestro manifiesto fundacional, resoluciones políticas y programas y sobre todo una forma de comportarse como organización en la vida política española, en el sentido de haber mantenido su autonomía y libertad, no haber cambiado el paso ante palos ni zanahorias, ni haber entrado en los sucios juegos de la política patria, sin lugar a dudas abogo por mantenerlo. Este proyecto no puede morir porque sigue siendo tan necesario o más que el primer día.

Si por UPyD entendemos un grupo menguante, pero grupo, de españoles comprometidos, que por diversas razones nos hemos encontrado en esta organización, y que hemos tenido y tenemos claro lo esencial, lo importante, si UPyD es un colectivo de ciudadanos que comparten principios y valores y una idea clara de lo que necesita este país, una comunidad política que ha tenido la enorme suerte de coincidir y reconocerse en estas siglas durante 8 años, sin duda eso no podemos dejar que se marchite, que se disperse, que desaparezca.

Si por UPyD entendemos una historia ejemplar, un legado político, una referencia moral, un enorme trabajo parlamentario, una trayectoria intachable, una rareza que los libros reconocerán, sin duda tenemos que mantenerlo limpio, impoluto, libre de toda posibilidad de mancha.

¿Por qué no podemos dejar que muera el proyecto político ni que se desintegre la comunidad ciudadana que se articuló en torno a él? Porque este proyecto sigue siendo necesario y volverá a tener una oportunidad cuando los actuales actores vuelvan a defraudar a la ciudadanía por enésima vez, y porque este grupo humano, la inmensa mayoría de este grupo humano, tiene un valor intangible incalculable. Porque ningún casting, ningún proceso selectivo de la mejor multinacional, podría haber seleccionado a tanta y tan buena gente mejor que lo han hecho estos 8 años de práctica y organización política. En UPyD he conocido a extraños a los que tras leerlos y verlos comportarse en reuniones, actos, campañas…, les daría con los ojos cerrados las llave de mi casa o el cuidado de mis hijos si los tuviera.

Ahora bien, si por UPyD entendemos una persona jurídica, una marca, unas siglas, un CIF, unos estatutos, una organización, unos consejos locales y territoriales, unas gestoras, unos carnets de afiliado…, ¿en tal caso cuál sería mi respuesta? Creo tenerlo claro, mi respuesta es que habría que mantener vivo a ese UPyD orgánico y jurídico si, y sólo si, esa fuera la mejor forma de mantener al UPyD esencial, el de las primeras tres definiciones, el UPyD del proyecto político, el UPyD de la gente y el UPyD de la historia.

¿Y lo es? ¿Es la mejor forma? Eso no lo tengo tan claro. Depende de las personas que se queden al frente y las fuerzas que les queden, pero también de las que se han ido y se irán, depende de lo que se haga y lo que se deje de hacer…, y a mi juicio hay algo que me temo que ineludiblemente hay que hacer: plegar velas, limitar a la mínima expresión la exposición a la intemperie, reducir el metabolismo, y mantener vivo el tronco y las raíces hasta que llegue la primavera. Símiles ecológicos al margen, esto se traduce en diseñar una mínima organización que aglutine a su capital humano, mantener viva la savia del debate y la reflexión política, quizá una cierta, muy selectiva y meditada iniciativa en materia de comunicación pública, ir alimentando un nuevo liderazgo que en ese magma surja de forma natural y matar todo lo demás, empezando por la estructura territorial.

Este partido tiene que entrar en hibernación, tiene que perder las hojas y ramas periféricas. Una organización obligada a garantizar el soporte vital de lo esencial no lo logrará si está preocupada de lo que a nivel local se pueda estar haciendo o deshaciendo, porque no tendremos medios humanos ni materiales para garantizar un mínimo control. Que esa hibernación se produzca manteniendo la personalidad jurídica o disolviéndola para renacer de otra forma a mi juicio es una cuestión menor. Que sea más fácil un futuro éxito con la misma marca o con una nueva, no tengo ni idea, doctores tiene la Iglesia del marketing y la comunicación política, y yo no soy uno de ellos.

Posiblemente, como tantas otras veces, los que siempre comprendieron lo que significa y vino a hacer UPyD entenderán esto, y aunque ahora no tengan claro qué es tácticamente lo mejor, estarán encantados de seguir formando parte de este colectivo latente, vivo, intelectualmente activo, políticamente fértil, velando armas para el futuro… Los que con este planteamiento se queden si cargo, órgano, estructura, y sientan que perdiendo eso lo han perdido todo, no lo estarán tanto. Y luego está esa inmensa mayoría, toda esa gente de buena fe, esos compañeros bienintencionados, voluntaristas, incombustibles, esos que en el minuto 89 de partido con un seis a cero en contra siguen arengando al resto gritando “¡vamos, que remontamos!”, ellos dudarán, al menos tanto como dudo yo.